Su editorial “La amnistía para los separatistas catalanes es una apuesta” (7 de noviembre) insta a que se conceda amnistía a cientos de personas acusadas o condenadas por diversos delitos, incluida la malversación de fondos, la perversión del curso de la justicia y la pertenencia a una organización terrorista. , es una política relevante para Cataluña y España. Sin embargo, la amnistía propuesta es de dudosa legalidad, inmoral y antidemocrática.
El Consejo General del Poder Judicial de España, el organismo que gobierna el poder judicial del país, expresó su preocupación de que la amnistía «degeneraría, si no aboliría, el Estado de derecho en España». Incluso el gobierno de Sánchez, que anteriormente se había opuesto a la amnistía, consideró que comprometer al poder judicial era «impensable en un Estado democrático». Sin embargo, el debate jurídico, aunque importante, no debería oscurecer el dilema moral. La amnistía es injusta porque exime a los ciudadanos de la ley, beneficiando al gobierno en lugar de buscar justicia.
La presión de Sánchez en favor de la amnistía es oportunista, impulsada por la necesidad de apoyo parlamentario más que por una reconciliación genuina. Cualquiera que fuera el propósito de la ley una vez introducida, su objetivo principal era mantener el poder político en lugar de fomentar la unidad. De hecho, los líderes independentistas siguen reafirmando su negativa a abandonar su causa e insistiendo en su intención de celebrar un referéndum sobre la autodeterminación.
Más allá de sus preocupaciones legales y morales, la amnistía plantea dudas sobre su legitimidad democrática. No hay consenso público para una disposición tan excepcional: alrededor de dos tercios de los españoles, incluida casi la mitad de los votantes socialistas, se oponen a ella, según las encuestas. En particular, el Partido Socialista decidió negar esta opción a los votantes en las elecciones de julio, reconociendo la falta de apoyo popular.
La oposición a esta amnistía no es ideológica, sino que se centra en defender la Constitución y nuestras instituciones democráticas. Los beneficiarios de esta amnistía no son los ciudadanos catalanes y españoles, sino más bien los representantes del pueblo que han socavado la democracia española, distorsionado el Estado de derecho y el primer ministro que busca mantener el poder en una maniobra partidista que ignora los intereses más amplios de la gente española. . Es evidente que el Estado de derecho saldrá perdiendo en esta apuesta política.
Pablo Aldre
Barcelona, España
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